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lunes, 19 de febrero de 2018

¿Por qué los peruanos votamos mal?



Una verdad, que incluso es avalada por el investigador Robert Cooter en su trabajo The Strategic Constitution, es que no existe un incentivo económico para votar. Es más, en el caso de los peruanos, la obligatoriedad del voto vuelve incluso oneroso su cumplimiento, por ejemplo para aquellos que viven fuera de donde deben votar.
 
Si no existe un incentivo para votar, con menor razón lo hay para estar enterado acerca de los candidatos por lo que los ciudadanos tendemos a saber poco acerca de ellos. En la última elección municipal, si usted vivía en el distrito de Casa Grande (provincia de Ascope, departamento de La Libertad), tuvo que escoger entre veinte listas electorales en cuyo caso, si de realizar un voto informado se trata, hubiera tenido que analizar veinte planes de gobierno y más de 150 hojas de vida lo cual hubiera resultado muy caro en términos de tiempo y recursos.
 
Pero usted quiere votar bien, por lo que usa alternativas más baratas para informarse como preguntarle a sus familiares y amigos más informados o confiar en los medios de comunicación. Descarta la investigación propia, a pesar que le daría más información, simplemente porque es muy caro hacerla. Alfredo Bullard en su libro de recopilación de artículos “Políticamente Incorrecto”, señala que el beneficio de votar bien es casi inexistente para un votante. Hay solo una situación en la que su voto tiene un sentido: cuando la elección se define por un voto. En todos los demás casos su voto es intrascendente porque no cambia el resultado. 

Si casi no existen ni incentivos ni beneficios individuales por votar bien, los costos de una mala elección al ser repartidos entre gran cantidad de personas  afectan poco –en términos relativos- a cada individuo. El “mal trabajo o robo” de un político es una externalidad no internalizada, pagada por la sociedad como un todo. A diferencia de un robo personal, el robo de un político afecta a todos, lo que, en el sentido pragmático de nuestros días, significa que no afecta a nadie. Sin incentivos para “votar bien” y sin consecuencias por una mala elección, a los peruanos no nos importan las consecuencias de un deber y un derecho que debería servir para que los mejores ciudadanos sean los que nos gobiernan.